miércoles, 29 de julio de 2009

Habitación 307

Con los ojos envueltos en lágrimas y decidida a marcharse para siempre, miró de nuevo hacia atrás por encima de su hombro buscando la silueta desnuda, que se fundía con el denso vapor desprendido del jacuzzi de la habitación, que fue de todos y de nadie, que fue suya hasta ese momento. No dijo nada. Su mirada compasiva pero penetrante podía sentirse desde el otro lado de la calle como un espíritu de otro tiempo; nadie sospechó entonces, que aquella mirada oculta tras la neblina pertenecía a un alma solitaria y despiadada. Adiós, pensó mientras cerraba la puerta, dejando atrás el cuerpo inerte pero aún tibio de su delicada amante.

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